Desde el Puente a la Corta


Era una mañana explendente
la que la excursión llevaba,
con velocidad cortaba
el Artesón la corriente.
El piloto hizo señal,
para cumplir con su oficio,
llamada de la Canal.

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Antes sí daba alegría.
ha sufrido mil reveses,
le cortaron dos cipreses
y un plátano que tenía.
D.José mira a la vez
si merece dibujarse.
Para qué es incomodarse
sin plátano ni ciprés.
Pues guarde usted la gana
y prevenga su pincel
para pasar al papel
la hermosa Patagalana.
¿Qué diablo de pata es esa
que yo ahora no adivino?
¿La del Camino Molino?
Va usted a recibir sorpresa
Esa pata dará alegro
algún día a D.José,
porque me consta y lo sé
que esa pata es de su suegro.
El Escribano en seguida,
dijo ante aquella hermosura:
“No he visto pata más pura
en los días de mi vida”.
A la gente dio gran gozo,
cuando el piloto anunciando,
dijo iban costenado
por el gran Llano de Pozo.
Le cayó a D.José oficio;
se tiene que preparar
para poder dibujar
un magnifico edificio.
Pero choca aquí una cosa,
siendo tan piramidal,
¿por qué le llaman la Choza?.

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Aunque, quizás, yo presumo
que un ardid de Pozo sea;
llamándola choza y fea,
le van bajando el consumo.
Hoy vive de milagrito,
pues que la quiso ganar
y la empezó a bombear
el Conde de Venedito.
Y gracias al Cortijuelo
que le auxilio en la batalla,
que si no hoy día se halla,
ese edificio en el suelo.

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Mientras D. José sacaba
ese dibujo, Tallón,
sólo como distracción,
con anteojo miraba.
y se quedó estupefacto,
cuando a la Corta miró
y el destrozo reparó.
Llamó al Doctor en el acto:
“ Avise usted al Escribano
y prepare la otra gente,
que espero aquí un accidente
esta mañana temprano.
Repare usted aquí Doctor;
cuando llegue D. José,
¿qué va a ser de ese señor?”.

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“Triste será la llegada
-dijo el Doctor suspirando-
más le iremos preparando
para que no pase nada”.
Con los croquis ya acabados
siguen el río adelante.
Iba D. José Anhelante
por llegar a sus estados.
Ycual no sería su sorpresa,
y cuanto sería su desconsuelo,
cuando pasó el Cortijuelo
y vio descompuesta la presa.

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Cuan grande su sentimiento
y más grande su dolor,
al ver que al llano mejor
faltaba todo el cimiento;
cuántos serían sus males,
sus penas, sus desconsuelos,
al ver faltaban ciruelos
y manzanos y perales.

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Basta decir que en la cama
cayó con sudor copioso,
convulsivo y tembloroso,
al ver aquel panorama.
No se que cosas veía
en medio de su extravío,
cuando encarándose al río
de esta manera decía:
“No es de sesudos ríos,
ni aún de riachuelos de pro
hacer daño en una huerta
que es tenida en más que vos.
Ni los fuertes Barraganes,
de vuestro ardid tan fieros,
prueban en fincas humildes
el su juvenil furor.
No son buenas fechorías
que el río de Malagón
fuera el rostro de una hembra
y no el pecho de un infazón.

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Cuidaras que esa mi finca
que la quiero con pasión,
y que no sufra los entuertos,
los que no han de buen blasón.
Más como vos atrevisteis
a dama, que solo Dios,
siendo yo su dueño, puede
facer aquesto, otro no.
Su noble faz anublásteis
con pidras y arena, ¡oh!.
Yo desfaré aquesta niebla
con legones y azadón;
que la sangre reperente
mancha a finca en su honor.
Y ha de ser, si bien me pienso,
con sangre de malhechor.

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La vuelta, mal riachuelo,
lo será, pues, con furor
os movió a desaguisado
privando vos de razón.
Mal fecho facisteis río
y a vos reto de traidor.
Y probaré en vos mi fuerza
en vuestra falsa intención.
De vos saldrá el ardiente
de mañero lidiador,
pues para vos combatir
traigo espada y Artesón”.

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Al oír esto, con premura,
el doctor y acompañantes,
le propinaron calmantes,
pues temieron la locura.
Cuando mejor se vio,
en un balcón asomado
del buque Artesón llamado,
así a su finca le habló:
“no os podéis quejar de mí,
árboles que yo planté,
si a buena tierra os fijé,
buena sepultura os di.

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Pues por si no vegetáis
en aquestas estrechuras,
en las inmensas anchuras
del extenso mar ya estáis.
Allí los peces al son
del canto de las sirenas,
podrán comerse sin penas
los frutos en embrión”.

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Antes de un cuarto de hora
estaba ya bueno y sano.
“D. José -pues Garófano
le decía sin demora-
todo el mal que aquí hay de más
en contra del regocijo
de haber visto libre a su hijo,
¿qué balanza tira más?”.
"Es verdad,amigo mio,
-dijo D.jose contento-
se acabó ya el sentimiento,
siga el Artesón el río.

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Alegres y placenteros
costeaban por la Manta;
uno ríe,otro canta,
al compás de lo remeros.
Al piloto Villarejo,
Cortés llamó la atención
"¿En esta navegación,
será usted marino viejo?".
" ¡Quioste callar, señor mío!
-le respondió prontamente-
si me salió el primer diente
en medio de aqueste río.

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Siete años no tenía,
cuando ya, aquí, le ayudaba
a Juan Turiel que pescaba
con la gracia y la maestría.
Quedó ciego a los cuarenta
y tanto de él aprendí
que entoces me decidí
a navegar por mi cuenta.
Compré una barca remera
con buen fondo y de buen balaje.
De Cataluña la traje
y le llamé ”Barcelona”.

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Cuando en ella me embarcaba
se me quitaba la pena;
que firme, que serena,
¡que bien se balanceaba!
Ya falsea del mayor,
muy gastadas las amarras,
más cogiéndola mis garras
navega que es un primor.
Más, señores, preparad,
por medio de aquella brecha,
dos edificios, mirad".

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Ese que está derrumbado
pertenecía a un caballero
de los Alcántara, pero
ese señor afanado
tanto heredero dejó
que ninguno se avenía,
y el castillo se caía;
eso fue lo que pasó.
El otro, hoy Casería,
allá por ciertas edades
sacó notabilidades,
que se recuerdan hoy día.
Fueron siete los hermanos
y tan hábiles salieron,
que al más torpe le hicieron
el rey de los hortelanos.

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En la península estamos
de los grandes Malagones,
más arriba esta Galones
y a Palancar divisamos.
Esta tierra es saludable,
se crían hombres arrogantes;
hermosos como gigantes;
por su alma, invariables.
Riéndose el Escribano,
dijo a D. José en voz baja:
"Nosotros no somos paja,
¿nos parirían aqui, hermano?"

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El piloto ha amainado
como gran inteligente,
a causa de la corriente,
en Pesquera se ha entrado.
Señores, antiguamente,
este sitio era vedado.
Viajar aqui descuidado,
un peligro ciertamente.
Un antropófago había
de la comarca temor,
al que cogía con terror
de fijo se lo comía.

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Tengan ustedes en cuenta
que todo el mundo temblaba,
cuando cualquiera nombraba
a José Manuel de la Venta.
Hubo vez que se comió
más de catorce viajeros;
no les dejó ni sombreros
y, después, ni agua bebió.
Aún es buena la prevención,
señores, no hay que alarmarse,
pero todos prepararse,
lo manda el señor Tallón.

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Pues si descuidados vamos
y quedasen descendientes
de tan afilados dientes,
fácil es que perezcamos.
"No vaya nadie alarmado
que salvaje no hay alguno,
-dijo el piloto- había uno
y ya está domesticado.
Es de linaje derecho,
del gran Compinche el famoso,
que tenía como un oso
grandes cerdas en el pecho".
"pues ya no hay que temer
-Villarejo repetía-
esas fieras, hoy en día,
ya no se vuelven a ver".

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Ya venimos divisando
la costa de la Galinda,
tiene una vista muy linda
para un croquis ir sacando.
Será un dibujo divino
si le añade D. José
ese Peñón que se ve,
llamado de Peregrino.
Por si se forma tramoya,
dijo D. José, es precioso
que se le pida permiso
a su dueño D. Juan Polla;
pues según tengo entendido,
y nunca me he equivocado,
es señor tan delicado
como lo es su apellido.

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Dejar la cosa serena,
dijo el Piloto: ¡Adelante!
Pues ya tenemos delante
la gran Huerta de Villena.
Pues corramos de su lado,
el Escribano decía,
ahí está la brujería,
es edificio encantado.
También repitió Cortés:
Huyamos pronto de ella
que ahí estará la botella
donde se picó el Marqués.
¿Por qué con tantas mieducias?,
les dijo Gabriel riendo,
si quien ahí están viendo
es el Tío Manos Sucias.

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El Piloto sonriendo,
exclamó:”No teman nada,
la Torre que está encantada
es esa que estamos viendo.
Hay una princesa hermosa
y aquel que la desencante,
primero, será su amante
y, después, su esposa.
Han probado varias veces
y nadie lo ha conseguido
porque ninguno ha reunido
condiciones necesarias.

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Tiene que ser mozo cándido,
que en amores esté tímido,
que nunca se ponga lívido
y su semblante sea pálido”.
Todos dijeron: Gabriel,
puede aquí hacer pretensiones,
pues todas la condiciones
vienena reunirse en él.
“Yo no cometería un desliz
y acometería esa empresa,
se en vez de vez de ser Princesa,
se volviera una perdiz ”.

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Pues vaya si es mozo guapo.
Dijo el Piloto: Ya estamos,
si no nos equivocamos,
enfrente de Pies de Trapo.
D. José, saque el dibujo.
¿Con la cabeza al revés?.
Que este tío es otro brujo.
Dijo D. José amoscado:
“Si está es la navegación,
me ensucio en el Artesón
ahora mismo, descontado”.

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“ Dígame usted, D. José,
-dijo Tallón-¿que se entiende?,
en el Artesón no se ofende
nadie por lo que yo sé.
Esas palabras retire,
que suenan mal a mi oído,
y tenga usted por sabido
que en lo que hable se mire.
¿No sería de inhumano,
faltando a la urbanidad,
hacer tan gran suciedad
en Artesón tan anciano?”.

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“ Pero, Señor de Tallón,
¿no somos descubridores
de dinero y de primores,
según dijo en la reunión?.
Pero por lo que yo voy viendo,
si he de decir la verdad,
es grande calamidad,
lo que vamos descubriendo.
De encantadas y de brujos,
no salimos en todo el día.
¡Pues va a ser una alegría,
al llevar tales de dibujos!.
Más no pierda la esperanza
-dijo D. José, riendo-
vamos descubriendo,
que esto solo a sido chanza”.

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Señores, no se despinta,
-dijo el Piloto de veras-
aquí está de los Galeras,
la más pintoresca Quinta.
Hubo una cierta ocasión
de criarse unas muchachas,
que ablandaban con sus gachas
el más duro cortezón.
Tallón dijo:”¿Todavía
existen esas bellezas?,
D. José con una de esas
algo bueno llevaría”.
“Calle usted, señor Tallón,
-repetía Villarejo-
¿ve usted a D. José ya viejo?.
Pues se agarra a la Asunción,
cuando ella estaba en su trono,
y antes del tercer día,
de segura que ascendía,
más que ascendió D. Pionono”.

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Pero no nos descuidemos
y a tener, ahora, aquí pecho,
que estamos en el Estrecho
y con poco pereceremos.
Pronto se cundio la alarma
y la gente se apresura,
que el Tajo de Cerradura
les ha robado la calma.
El piloto a voz de mando
a los marinos guiaba;
las precauciones tomaba,
pues todos iban temblando.

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El Escribano ya estaba
puesto es cruz y en oracion
al oir que el Artesón
crujia y se balanceaba.
De pronto, un fuerte oleaje
a la nave se llevò,
y contra un guijarro dio,
tapado con un taraje.
Hubo gran tribulaciòn,
todo el mundo se acoquina
al ver por una esquina
hacia agua el Artesón.

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¿No tienes algùn navegante
alguna cosa que dar
para poder yo tapar
este “abujero”al instante?
El Escribano, lijero,
que al señor nada le escapa,
quito a un viajante una chapa
de su bolsillo trasero.
El mal rato se acabó,
con aquel remedio santo;
la excursion salio de espanto
y del peligro salió.

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Todos juntos con afán
al viajante bendecian,
y lo vítores se oían,
y todos gracias le dan.
Su nombre será sagrado;
demósle al existir,
la suerte de no morir,
es por venir bien chapado.
Nada más por prevencion,
por lo que ocurrir pudiera,
-dijo el viajante-¡friolera!,
siempre es buena precaución.

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Salidos de la estrechura,
prosiguieron su camino
hasta llegar al Molino,
llamado de Cerradura.
Se hizo una investigación
a la nave, minuciosa,
y vieron que es poca cosa
la que sufrió el Artesón.

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Ya reparados los daños
dispusieron el marchar,
sin dejar visitar
los tan reputados Baños.
El sol iba ya a expirar,
remaban a troche y moche
no les hiciera la noche
antes de en Genil entrar.
Pasó asi, efectivamente,
y dispuso la excursion
anclar allí el Artesón
y descansar a la gente.

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